La señora Catalina y yo.

Toda mi vida he sentido especial cariño empatía por las personas mayores y tengo hermosos recuerdos, relacionados con ellos.

 Aquí les cuento una historia muy particular.


Antes debo contar que fui una niña con un entorno familiar diferente en aquel tiempo, pues era una niña que llegaba a su casa después de la escuela y en mi casa no había nadie, pues mi querida  mama trabajaba y mi hermana en su escuela, así que tenia mi casa y la comida que mi mama dejaba lista para nosotras a mi disposición, en ocasiones comía y en otras no.

 La señora Catalina era nuestra vecina, vivía como a ocho casas de la mía, me llamaba la atención porque al igual que a mi mama, le gustaban las plantas y tenia unas muy lindas, que siempre cuidaba. Su físico era diferente a todos, porque era descendiente de la etnia Pemón, los habitantes originales de la amazonia venezolana, era pequeñita, con un cabello lacio, un rostro redondo, sus ojos pequeñitos,  una mirada franca y una sonrisa melancólica que me gustaba, era paciente, hablaba despacio y tenia otra característica cocinaba delicioso.

Recuerdo el día que dio inicio nuestra real amistad, contaba yo con nueve años, ella contaba sesenta y cinco, mi transporte escolar me dejaba a una cuadra de mi casa, era invierno y caía una verdadero aguacero, iba yo luchando contra la intemperie, cuando apareció ante mi la Sra. Catalina cubriéndose con un paraguas y traía un impermeable con el cual me cubrió, entramos en su casa y en su mesa había un delicioso plato de sopa para mi. Eso se transformo en un ritual de los días de lluvia para ambas, la Sra. Catalina aprovechaba esos días de lluvia para contarme historias de su vida y enseñarme recetas de cocina. Como era alguien mayor, sus amistades en ocasiones morían y ella un día me contó como quería que fuera su funeral, yo muy triste le pregunte si se iba a morir y ella riendo me dijo que todavía no,¡¡ para eso falta mucho!!, pero quiero que sepas todo. Y procedió a mostrarme su ropa para este evento  hasta me dijo el color de su ataúd, debo decir que todo este momento y conversación no fue algo triste. Y me dijo riendo que quería estar muy guapa cuando fuese a visitar a Dios. Así como se vestía los domingos cuando iba a la iglesia. Luego procedimos a guardar todo en una linda caja con un lazo rosa que yo le hice y depositamos la caja en su armario. Nunca más hablamos de ello.

Pasaron los años, nos cambiamos de casa, crecí, estudie, me gradué, para entonces trabajaba en una gran tienda por departamentos y allí por causalidad, me encontré con una conocida de esos tiempos de infancia, que me conto que la Sra. Catalina estaba muriendo, entristecí y decidí acercarme a su casa, cuando llegue ya se había ido, y estaban sus hijos y nueras discutiendo acerca de que ropa ponerle y los detalles del funeral.  "Entonces entendí el porque de mi presencia allí, entendí todo" les dije que yo sabía que quería ponerse, porque ella me lo había contado cuando yo era una niña y fui a su closet muy antiguo y allí, en el fondo del cajón donde lo había depositado muchos años antes estaba la misma caja, cerrada con un lazo rosa que yo había hecho, ya decolorado por el tiempo, y dentro impecables envueltos en papel de seda estaba su ajuar para ese momento, que ella había escogido muchos años atrás. Con mucho sentimiento y respeto, pedí permiso a su familia para vestirla para lo que ella llamaba su encuentro con Dios. Y mientras con gran cariño vestía su cuerpo, para ese ultimo viaje, le di las gracias por su amor y cariño para conmigo. Y... tal vez fue el emotivo momento, pero por un instante creí ver esa sonrisa melancólica que tanto me gustaba. 

Doy gracias a Dios y a la vida por esta linda vivencia.






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